Isaac Penington (1617-1679)

 
Entrega tu propia voluntad, entrega tu precipitación, entrega tu propio deseo de ser o conocer, y húndete hasta la semilla que Dios siembra en tu corazón, y deja que sea dentro de ti, y que crezca en ti, y que respire en ti y que actúe en ti, y encontrarás por dulce experiencia que el Señor conoce su fruto, lo ama, y lo ve como suyo, y lo ha de guiar hasta la heredad de la vida.
— "Entrega" (1661) Isaac Penington
¡Oh! cuán bueno y cuán delicioso es al ojo verdaderamente espiritual, ver varios tipos de creyentes, varios grados de cristianos en la escuela de Cristo, cada cual aprendiendo su propia lección, haciendo su propio servicio, conociendo, reconociendo, y amándose los unos a los otros en sus distintos lugares y distintas prácticas para con su Maestro, al cual han de rendir cuentas sin pelear entre sí sobre diferencias de prácticas (Romanos 14:4). He aquí el cimiento verdadero del amor y la unión, no que tal persona ande y haga lo mismo que yo, sino que siento el mismo Espíritu y vida en él, y veo que él anda en su lugar, en su propio orden, y su debido camino y sumisión a ese Espíritu. Esto me complace mucho más que si él anduviera en el mismo camino donde yo ando: es más, en la medida en que soy espiritual no puedo ni siquiera desear que él haga lo mismo que yo hasta que el mismo espíritu que me dirigió a mí le dirija a él hacerlo. Aquél que conoce por experiencia lo que significa recibir verdades del Espíritu y ser guiado por el Espíritu a ciertas prácticas, y también sabe cuán dispuesta la parte carnal es a apresurarse, y cuán peligroso es ese apuro, esa persona no se apresurará a imponer su conocimiento ni sus prácticas en los demás.
— "Cada cual aprendiendo su propia lección," Isaac Penington